22 de enero de 2008

¡Clic, freak!

El diario ADN llevó a cabo el pasado 8 de enero un ejercicio de morbosidad patológica. En la página 16, una fotografía muestra un enfermo de elefantiasis en una cama de hospital. Su rostro, deforme y grotesco, cae sobre su pecho. Encima de la imagen, un simpático «¡Clic!» capta la atención de los lectores.

La información adjunta es la siguiente: «Caso único. Huang Chuancai, de 32 años y que padece el peor caso de elefantiasis del mundo, se sometió ayer con éxito a una operación para extirpar 12,5 kilos de masa tumoral del rostro. El tumor pesa 15 kilos, le impide hablar y comer y ha curvado su espina dorsal». Un enlace hacia la página web del diario cierra la fotonoticia prometiendo «Más imágenes sobre la operación».

En las ferias de fenómenos y caprichos de la naturaleza la gente pagaba para contemplar enfermos. Hoy en día el muestrario llega hasta nuestras manos de forma gratuita, a la salida del metro. El morbo se ha democratizado.

3 de enero de 2008

Literatura y publicidad

El canon digital protege el bolsillo de los artistas, pero ¿quién se encarga de proteger sus obras? Rudyard Kipling cría malvas en la Abadía de Westminster mientras sus versos acompañan a Pedrosa en el último anuncio de Repsol. Los “creativos” de Young & Rubicam han recortado el texto y de un tijeretazo se han llevado por delante la firma del poeta.

Meses antes, la agencia Atlético Internacional (sic) descuartizó para Seat el Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj, de Julio Cortázar. Desde el cementerio de Montparnasse, el escritor argentino cedió su voz para el spot, un esfuerzo psicofónico que tampoco mereció el reconocimiento expreso de los publicistas.

Las agencias de publicidad recurren a la literatura sin respetar la integridad de los textos que reproducen. A cambio de esa licencia, deberían tomarse la molestia de citar al autor y su obra. Un pequeño rótulo en el margen inferior de la pantalla sería suficiente. Así el público no caería en el error de atribuir al “creativo” lo que en realidad pertenece al literato.